La Organización Mundial de la Salud (OMS) define la Mutilación Genital Femenina -MGF- como “todos los procedimientos consistentes en la resección parcial o total de los genitales externos femeninos, así como otras lesiones de los órganos genitales femeninos por motivos no médicos” (2016, párr. 1).
Pero, ¿de dónde y cuando surge esta práctica? ¿Y por qué es hasta el siglo XX y en el XXI en que se advierte de manera generalizada como una violación de los derechos humanos de mujeres y niñas?
De acuerdo a los autores Luján, Betancourt y Fajo (2020) no hay evidencias exactas, pero citan al historiador y geógrafo Strabo quien encontró indicios de que ya se realizaba la mutilación desde el siglo I a.C. en Egipto. Probablemente se extendió a través de diferentes territorios, principalmente de África Occidental, por la expansión del Imperio egipcio en la zona y lugares aledaños; inclusive en países mediterráneos (párr. 32). Por otro lado, se han encontrado mutilaciones de mujeres en cuerpos de momias, pero sin saber exactamente sus motivos.
Y fueron los europeos los que a través de sus escritos dieron a conocer la práctica de la mutilación femenina hacia los siglos XV y XVI, pero es en los dos siguientes que surgen diferentes interpretaciones de la ablación, clitoridectomía y la infibulación, términos con los que también se denomina la mutilación genital femenina. Luján, Betancourt y Fajo (2020) mencionan otros antecedentes en los siglos posteriores como “un procedimiento terapéutico, en el control de la sexualidad de una gran variedad de enfermedades…” (párr. 33).
Según Gutiérrez (2021) en más de 30 países de África Subsahariana y Oriente Medio se sigue practicando la ablación, como se conoce en África (párr. 1). De acuerdo a la investigadora del Centro de Investigaciones y Estudios de Género, CIEG, de la UNAM, Helena López González de Orduña, quien cita al Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF, por sus siglas en inglés) de más de 200 millones de mujeres y niñas vivas para 2021 se calcula que tres millones de niñas al año lo sufren (en Gutiérrez, 2021, párr.8).
Sin embargo, en plenos siglos XX y XXI debido a la alta migración de personas de esas zonas en Europa principalmente, e inclusive en Estados Unidos, Canadá, países de Asia y hasta en pequeñas comunidades de América Latina, y Australia, la mutilación se sigue practicando, aunque en menor medida y bajo procedimientos quirúrgicos en hospitales; siendo asimismo una acción ilegal por quienes la practican, ya que además los costos por las cirugías son muy elevados por lo que quienes pueden pagarlas se encuentran entre la población con altos recursos económicos.
Es indudable esta violación de los derechos humanos de las mujeres y de las niñas, ya que sus consecuencias son inclusive mortales o dejan serias secuelas físicas y emocionales en quienes son sometidas; a la vez que estas atrocidades pueden ser reproducidas en las nuevas generaciones por los propios miembros de la familia, hasta por la madre, quien a la vez seguramente también la padeció.
Si bien los motivos por los que se practica la MGF van desde los religiosos, culturales y hasta son pretexto de higiene femenina, las verdaderas causas son impedir a las mujeres, desde niñas, sentir placer y “llegar íntegras” al matrimonio. De no ser así, son hasta repudiadas por su sociedad donde crecen, por los propios padres o futuros pretendientes.
La Organización de las Naciones Unidas (ONU) ante este serio problema estableció en 2012, el 6 de febrero, Día Internacional de la Tolerancia Cero contra la Mutilación Genital Femenina y “a tomar medidas para erradicar esta práctica” (Organización de las Naciones Unidas, 2013). Sin embargo, hay que recordar que, previamente, ya la comunidad internacional, inclusive la Unión Africana y en países europeos ya hablaban de la exigencia no sólo de la disminución sino de la erradicación de la práctica de la MGF.
Esta práctica, señala el secretario general de la ONU con motivo de la conmemoración de ese Día Internacional en 2023, es ´una forma repulsiva de atentar contra los derechos humanos…´ y ‘es una de las manifestaciones más atroces del patriarcado que reina en nuestro mundo´ (Guterres, 2023, párr. 1).
Los esfuerzos por su erradicación desde 2015 se han plasmado en los Objetivos del Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030 de Naciones Unidas cuya exigencia es avanzar lo más rápidamente posible en desterrar esta lacra. En concreto, el número 5 “Igualdad de Género” en su decimal 5.3 se refiere expresamente a “Eliminar las prácticas nocivas como el matrimonio infantil y la mutilación genital femenina” (PNUD, párr. 7) han permitido visibilizar globalmente su práctica y buscar soluciones en todos los aspectos. Tal parece que los esfuerzos mundiales, regionales y locales han dado sus frutos en disminuir que el número de niñas sean sus víctimas, a pesar de que haya que esperar hasta una generación para que desaparezca lo que en miles de años se ha practicado.
En los llamados a la comunidad internacional se han sumado muchos “aliados masculinos” lo que significa que la concientización ha comenzado a dar resultados por iniciativas de organismos mundiales, regionales y de asociaciones locales que se han sumado a los esfuerzos emprendidos. Las manifestaciones públicas no se han hecho esperar, a diferencia de que, en el pasado todavía reciente, sólo había habido condenas individuales o que no trascendían más allá de estrechos límites.
En diferentes ámbitos, México se ha ido sumando, principalmente a través de colectivos femeninos, a llevar a cabo acciones de rechazo en solidaridad con tantas niñas y mujeres que han atravesado por la MGF; pero, sobre todo, al futuro de nuevas generaciones. Se parte de la base de que lo que les sucede a muchas en otros lares, nos sucede a todas las mujeres.
La UNAM es una de las instituciones que está comprometida a fondo y hoy se les está reconociendo a nivel mundial por sus acciones de protesta, en solidaridad con todas aquellas que se ven sometidas a este tormento. Aquí mismo, en nuestro espacio universitario, hemos oído y conocido testimonios de mujeres víctimas que han venido a expresar sus propias experiencias. De ahí que la Comisión de Género de la DGBSDI se suma a esta condena y desea contribuir con esta nota a repudiar su continuación.